Displaced Communities
BALTIC GERMANS (150,000
displaced by Hitler & Stalin; 95%+)
GERMANS OF YUGOSLAVIA
(over 200,000 expelled, imprisoned, displaced, emigrated; 98.5% total)
VOLGA GERMANS (over 400,000 expelled by Soviets to Kazakhstan)
DUTCH GERMANS (3,691 expelled,
15% of German population)
GERMANS OF ALSACE-LORRAINE
(100-200,000 expelled after WWI)
GERMANS OF CZECHOSLOVAKIA
(over 3,000,000 expelled
and displaced; 95% total)
GERMANS OF HUNGARY
(over 100,000 expelled, over
300,000 displaced; 88% of total)
GERMANS OF ROMANIA
(over 700,000 or 91.5% displaced by Hitler, USSR, & emigration)
US Internment of German-Americans, Japanese, & Italians
(10,906+ interned & blacklisted) NEW!
GERMANS OF POLAND, PRUSSIA
(over 5,000,000 expelled and displaced, nearly 100%) COMING SOON
GERMANS OF RUSSIA/UKRAINE
(nearly 1,000,000 to Germany and Kazakhstan) COMING SOON
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Expellee scholarship on the occupations of Czechoslovakia and the Sudetenland, 1918-1945
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Historia y desplazamiento de la poblaciÓn germana de Checoslovaquia por expulsiÓn y leyes discriminatorias
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CÓMO CITAR ESTE ENSAYO ACADÉMICO: Instituto para la Investigación del Desplazamiento Forzoso de Poblaciones Germanas. "Historia y desplazamiento de la población germana de Checoslovaquia por expulsión y leyes discriminatorias." http://expelledgermans.org/sudetengermans.htm (accedido en Día-Mes-Año).
Bandera de la población germana de los Sudetes. En 1938, Konrad
Henlein y Adolfo Hitler forzaron la rendición ante Alemania
de dicho territorio, antes de ocupar ilegalmente la totalidad
de Checoslovaquia.
Minorías germanas incluidas en esta región: Población germano-sudetense (de los Montes Sudetes), germano-cárpata (de los Montes Cárpatos).
Cambio total de población debido a expulsión y desplazamiento:
de aproximadamente 3.295.000 habitantes a solo 159.938, es
decir una reducción del 95 por ciento.
_______________________________________
Historia
del asentamiento y la cultura
Historia
de la expulsión
Fuentes/Bibliografía
Estadísticas
demográficas
Personas
de renombre
Publicaciones
en la red informática y organizaciones recomendadas
_______________________________________
Historia del asentamiento, cultura y conflicto nazi-checo
Poblaciones de etnia germana han estado afincadas en territorios de Bohemia y Moravia (lo que comprende actualmente la República Checa) por más de 1.000 años. El reino Checo-Bohemio, en gran medida una de las potencias políticas más significativas de la historia y la diplomacia centroeuropeas, alternó en forma casi cíclica entre fases de independencia y sumisión al imperio alemán. Aun cuando Bohemia fue ceremonialmente parte del Sacro Imperio Germano Romano por cerca de un milenio, la población checa actuaba a menudo con gran autonomía e incluso independencia, heredando con frecuencia a Hungría y Polonia. A resultas de esta estrecha identificación con Alemania, las minorías de etnia germana se afincaban constantemente en los centros urbanos de Bohemia central y en los territorios rurales a lo largo de la frontera bohemio-alemana, consituyéndose muy pronto en una élite étnica por encima de una amplia mayoría checa eslava. Esta minoría germana contribuyó significativamente a la arquitectura, fundamentos políticos y estructuración del catolicismo romano. Bajo el mandato del emperador alemán Karl IV, establecieron una nueva capital habsburga en Praga, durante el siglo 14, que pronto llegó a ser uno de los centros culturales más majestuosos de Europa. Este legado salta a la vista hasta el día de hoy.
Para el siglo 16, la monarquía bohemia había heredado a Hungría y Croacia. Después de 1526, ya eliminada esta monarquía por los turcos musulmanes en la Batalla de Mohacs, los Habsburgo alemanes de Austria se anexaron toda la región. Así fue como los checos se convirtieron en una provincia del Imperio Habsburgo (o Austro-Húngaro) dominada por los alemanes durante más de 400 años, hasta 1918. La minoría étnica germana en Bohemia operaba como una élite étnica con poder y riqueza desproporcionadas que constantemente subsumía las aspiraciones checas de autonomía y libertad, lo que llevó a una pertinaz contumacia interétnica.
Fue principalmente durante la era de los Habsburgo que un gran número de personas de etnia germana se afincaron en la campiña periférica de Bohemia, cerca de las cadenas montañosas de los Sudetes y Erz en la actual frontera checo-alemana, a raíz de lo cual con el tiempo se les denominó germano-sudetenses (Sudetendeutsche). Con la renovada dominación germana de Bohemia, la minoría de dicha etnia en la región se mudó a zonas de habla alemana en Austria y a la frontera con Alemania (Kant 1974, 533). Una numerosa población agrícola inmigrante de Baviera y Sajonia se mudó al otro lado de la frontera, al interior de la Bohemia de los Habsburgo, y al territorio que llegó a ser conocido como la Sudetenlandia de habla alemana. Debido a la fuerte manifestación de catolicismo en el Sur de Alemania y la doctrina religiosa católica obligatoria de los Habsburgo austríacos, estos germanos de los Sudetes continuaron siendo férreos católicos. Trayendo consigo sus dialectos sureños y su cultura, los germanos de los Sudetes evolucionaron lentamente para devenir en una comunidad montañesa aislada y homogénea, en el seno de una nación por lo demás mayoritariamente eslava. Los germano-sudetenses se dedicaron en mayor grado a la agricultura, la minería y la forestación, hasta que la industrialización del siglo 19 transformó a Sudetenlandia en un paisaje significativamente mecanizado de grandes fábricas, minas y molinos.
La etnia germana de Eslovaquia proviene de antecedentes históricos diferentes. La población eslovaca, estrechamente relacionada con eslava checa, estuvo bajo el firme dominio del Reino de Hungría por casi 1.000 años, conflicto que perdura hasta el día de hoy. Los reyes húngaros, también cercanamente vinculados con el Imperio Alemán, invitaron a colonos y empresarios de etnia germana a establecerse en Hungría después del siglo 14. Miles de personas se mudaron de a poco a las remotas cordilleras de los Cárpatos y los Zepes en la Eslovaquia húngara, donde se les concedió como minoría una importante autonomía cultural y política, en el seno de mayoría eslovaca. El 'Condado de Zepes' confirió a esta comunidad una autonomía cuasi subnacional como pequeña federación, después de 1370 y hasta 1876. Esta población germana llegó a ser conocida como germano-cárpata (Karpatendeutsche). Las comunidades rurales de labradores en Eslovaquia conservaron el idioma alemán, la cultura germana y su propia identidad . Personas germano-cárpatas también se radicaron en centros urbanos, donde contribuyeron sensiblemente a establecer los fundamentos económicos, arquitectónicos, artísticos y políticos de la futura nación eslovaca. Presburgo (capital actual de Bratislava) devino en uno de los centros culturales de mayor importancia en Europa central, llegando a ser 74,6 por ciento germana (con 31.509 habitantes) aún en 1850, si bien a posteriori hubo un descenso progresivo (Carpathian German Homepage). Después de 1526, la comunidad germano-cárpata y la eslovaca se unieron a la población germana de los Sudetes y de Hungría como parte del Imperio Alemán de los Habsburgo, hasta 1918. La comunidad germano-cárpata conservó su propio idioma y cultura en los dominios de la Corona Húngara. Se mantuvo firmemente católica por imposición de los dictados ideológicos de Hungría y los Habsburgo. Sin embargo, una pequeña minoría de personas germano-cárpatas se convirtieron al luteranismo y calvinismo, junto con muchas húngaras, después de la Reforma. Por ejemplo, la comunidad germano-cárpata de Spiš se hizo protestante, mientras que la de Bratislava y la de las montañas Zepes se mantuvieron católicas. La población germana continuó siendo muy autónoma hasta la Revolución Húngara de 1848, que buscaba mayor igualdad con la élite étnica germana. El posterior nacionalismo húngaro propició vastos programas de 'magiarización' que muy pronto redujo el predominio de la comunidad germano-cárpata en Eslovaquia.
Mapa del Imperio Habsburgo, con especial atención a los checos
en el noroeste. Nótese la minoría germana en los márgenes
de Checoslovaquia. Esa es Sudetenlandia. (escaneado de Kann).
ACCIONAR PUNTERO PARA AUMENTAR SU TAMAÑO.
Mapa de los asentamientos germano-cárpatos a lo largo de la
historia, antes de su expulsión (traducido al inglés y mejorado;
originalmente de: http://www.kdv.sk/kn.html). ACCIONAR PUNTERO
PARA AUMENTAR TAMAÑO.
En 1918, al finalizar la Primera Guerra Mundial, el Imperio Habsburgo colapsó. De sus cenizas, las numerosas minorías étnicas del imperio aprovecharon la oportunidad para establecer naciones independientes. Los checos y los eslovacos se unieron para formar Checoslovaquia, ahora con una significativa minoría germano-sudetense y una menor germano-cárpata. La población germana constituía el 22,9 por ciento del total nacional, es decir, casi un tercio (Radio Praha #2). Los muy nacionalistas checoslovacos se apresuraron a revertir los quinientos años de dominación de la minoría germana sobre la mayoría eslava. La población germana de los Sudetes reaccionó presurosamente en procura de una significativa autonomía o, en su defecto, la independencia o una fusión con Alemania o Austria. Se formaron numerosos partidos políticos y círculos nacionalistas integrados por minorías germanas, con la participación de socialistas, comunistas y nazis sudetenses. En 1919, el Partido Social Demócrata Germano-Sudetense organizó grandes manifiestaciones y huelgas generales obreras. Los militares checoslovacos, temiendo con razón una revuelta interna y la desintegración de las regiones industriales más importantes de Checoslovaquia, reaccionaron con dureza. Murieron 54 germano-sudetenses (Bundeszentrale für politische Bildung). La represión, que la población germana percibía como 'opresión', presagiaba un conflicto interétnico permanente que siguió empeorando.
El gobierno checoeslovaco, enfrentado al letargo económico y al persistente patrimonio de las opoulentas haciendas de la nobleza germana y checa, emprendió un programa de redistribución parcial de tierras y propiedades. Esta acción tenía el propósito ulterior de dotar a la mayoría eslava de estabilidad económica en su propio país. La comunidad germano-sudetense, que habitaba uno de los centros de empleo más industrializados del país, se vio afectada de manera drástica y desmedida. La etnia germana, que constituía el 22,9 por ciento de la población total, recibió solo el 4,5 por ciento de la tierra distribuida, y perdió, en cambio, nada menos que 600.000 hectáreas (Cornwall 1997, 264). Además, la penuria económica durante la Gran Depresión significó que las personas germano-sudetenses que trabajaban en las fábricas fueran afectadas por un cuantioso desempleo. De igual manera, el hecho de que la población germana de los Sudetes viviera a lo largo de una frontera que la separaba de una nación con fama de belicosa indujo a los militares y al gobierno checoslovaco a requisar cumpulsivamente tierras de familias germano-sudetenses, a fin de poder erigir un sistema masivo de fortificaciones fronterizas. Si bien la población germana interpetró esto como un intento eslavo para apropiarse de riqueza y poder, a expensas de la minoría germana, esta interpretación resulta exagerada. El gobierno checoslovaco en realidad ofreció apoyo y programas sociales a la población germana, resdestribuyendo tierras y otorgando resarcimientos por las propiedades y los recursos expropiados. Como se mencionó con anterioridad, la población germano-sudetense se vería inevitablemente afectada por una economía empobrecida (que también afectó de manera calamitosa a checos y eslovacos) porque vivían en una región industrial clave que dependía de indolentes mercados de producción y exportación. Si bien Hitler se apresuró a referirse a una persecución eslava sistemática contra la población germana, esta inferencia no es más que una exageración demasiado simplista.
Con todo, la población germana de los Sudetes y Cárpatos tenía la impresión de que se estaba ejerciendo una excesiva opresión y negación de oportunidades contra la numerosa minoría germana. La mayor parte alegaba que Sudetelandia, con su abrumadora mayoría de etnia germana y su distintiva cultura y potencial económico, debería administrar autónomamente sus propios asuntos políticos. Como una constante, el gobierno de Edvard Beneš se opuso a cualquier noción de autonomía para la población germana de los Sudetes, debido al efecto devastador que tendría el hecho de ceder autonomía a más del 28 por ciento del país y el control sobre uno de los centros industriales más importantes. La población germana de los Sudetes reaccionó agudizando su radicalización política. El ascenso concurrente, en 1933, del pangermanista Adolfo Hitler en Alemania, con su retórica en favor de unir a toda la población germana en toda Europa contra la pérfida 'opresión' de los eslavos, inclinó en gran parte a la población germana de los Sudetes hacia el racismo y el nacionalismo de extrema derecha. Muy pronto la gran mayoría de la población germana de los Sudetes reclamó autonomía plena e incluso independencia de Checoslovaquia y una posible fusión con el Tercer Reich. La vanguardia dirigente del movimiento pangermanista era el Partido Germano de los Sudetes (o Partido Nazi de los Sudetes) de Konrad Henlein. Se fundó asimismo el análogo Partido Germano de los Cárpatos, que no logró obtener mucho respaldo, debido al exiguo número de la minoría germana en Eslovaquia. Por ser tan numerosa la minoría germana en el país y la existencia de una multitud de partidos checoslovacos rivales, el Partido Nazi devino muy pronto en el segundo partido más numeroso de la nación. Más de 1.256.010 personas votaron por los nacionalistas de Henlein (Bundeszentrale für politische Bildung). Si bien en la actualidad los checos aducen el abrumador respaldo de los nazis por parte de la población germano-sudetense para justificar la expulsión de más de 3.000.000 (tres millones) de civiles, hay que recordar que Konrad Henlein invariablemente promovió una mayor autonomía en el seno de Checoslovaquia. De igual manera, la población germana de los Sudetes votaba por nacionalistas debido a la atención especial que esas personas ponían en intereses germanos locales, en contraposición a un supuesto abandono económico checoslovaco. La mayoría no tenía ni idea de algún plan ulterior de homicidios masivos, genocidio de judíos, ocupación ilegal de Praga o el asesinato de miles de personas checas.
Konrad Henlein se reunió con Adolfo Hitler en numerosas ocasiones, y recibió el espaldarazo del dictador para incrementar las demandas de autonomía y reconocimiento ante el presidente checolovaco Beneš. La secreta infiltración de milicianos nazi radicales y del 'Freikorps' a través de la frontera para adentrarse en territorio de Sudetenlandia, sumada al creciente movimiento independentista, indujo al gobierno checoslovaco a reaccionar incrementando la represión militar que exacerbó la situación. Se produjo violencia interétnica cruenta entre la población civil germana y checa, como también ataques al ejército checoslovaco. Ataques recíprocos en los pueblos germanos de los Sudetes dejaron un saldo de cientos de heridos y docenas de muertos, especialmente en Teplitz (Weitz 1992, 165). El lógico intento del gobierno de detener la revuelta interna, exacerbó desafortundamente la percepción germana de la opresión eslava. El plan de ocho puntos elucubrado por Konrad Henlein para la autonomía étnica germana fue rechazado por Edvard Beneš. Poco antes de la anexión de la región por parte de Hitler, el presidente sugirió tácitamente una autonomía parcial a semejanza de las regiones étnicas de la Confederación Helvética; pero ya era demasiado tarde. Los checoslovacos también habían emprendido una escalada militar muy amplia en la frontera de Alemania en función de informes falsos de que tropas alemanas se estaban concentrando masivamente en los lindes entre ambas naciones. En consecuencia, aun más soldados eslavos marchaban armados al interior de Sudetenlandia, empeorando la situación. En realidad, no había ninguna concentración de tanques en la frontera, y en efecto los ingenieros alemanes habían comprobado que las magníficas fortificaciones fronterizas checoslovacas eran tan resistentes que solo podrían ser tomadas a un costo desastroso para los militares alemanes (Speer 1970, 132-3). La histeria de la situación apagó, como es comprensible, las esperanzas checoslovacas de una nación estable y soberana que gobernara a Sudetenlandia.
Para setiembre de 1938, Hitler vio la oportunidad de aprovechar el creciente sentimiento de autonomía entre la población germana de los Sudetes e incorporarla al Reich. Con el respaldo de Konrad Henlein, en la Conferencia de Munich, el 30 de setiembre de 1938, Adolfo Hitler se reunió con Benito Mussolini, Edouard Daladier y Neville Chamberlain, para exigir que el gobierno de Checoslovaquia cediera a Sudetenlandia para ser anexada al Tercer Reich. Checoslovaquia ni siquiera estuvo representada en la reunión. Al final de la noche, 3.295.000 personas germanas de los Sudetes y Cárpatos, con increíble sentimiento nacionalista propio, eran ahora parte de Alemania. La nacionalista Polonia, por su parte, se apoderó de Silesia del Sur en Checoslovaquia, y por lo tanto gobernó a una población de unas 10.000 personas silesias de etnia germana hasta que Polonia fue sometida por los alemanes (Sudetendeutsche Landsmannschaft). La Hungría fascista, estrecha aliada del Tercer Reich, anexó a Eslovaquia oriental con su numerosa población húngara. Los germanos de los Sudetes devinieron en ciudadanos de Alemania, y fueron elevados a la elite étnica dominante de la ocupada nación checa. En flagrante violación de la Conferencia de Munich, Hitler procedió a ocupar lisa y llanamente al país en su totalidad, arrojando a Beneš al exilio y anexando a toda Checoslovaquia para marzo de 1939 (antes de la Segunda Guerra Mundial). La totalidad, menos el ocho por ciento, de las zonas industriales más importantes fueron incorporadas al Reich. Los checos estaban ahora bajo el gobierno del Protectorado Regio de Bohemia y Moravia, pronto regido por el terror de Reinhard Heydrich, jefe de la SS-Gestapo. Las potencias Aliadas hicieron caso omiso de las penurias de la población checa. La comunidad germana de los Sudetes saludó a Hitler con un cerrado aplauso y con manifestaciones. Los checos de hoy justifican su desalojo de toda la población germana aduciendo, con alguna razón, el amplio apoyo de esa población a Adolfo Hitler, el cual infligió sufrimientos atroces al pueblo checo. Es significativo que casi la totalidad de la población de etnia checa fue expulsada de la región de Sudetenlandia (solamente) en 1938, después de la anexión por parte de Alemania. Los checos señalan este hecho como justificación adicional para las expulsiones, aunque ellos procedieron a expulsar millones de personas de etnia germana de todo el país y no solo a unas miles de una región.
(fuente: aktualne.centrum.cz)
(fuente: praha.eu)
(fuente: ehistory.osu.edu)
Konrad Henlein, dirigente nazi germano de los Sudetes, con
Adolfo Hitler (fuente: Deutsch Historisches Museum Berlin).
La división de Checoslovaquia y de Sudetenlandia (fuente:
Oxford Atlas of World History). ACCIONAR PUNTERO SOBRE EL
MAPA PARA AUMENTAR TAMAÑO
Mientras que los checos estaban bajo el yugo de la ocupación alemana y el estado policiaco de Reinhard Heydrich, la población germana de los Cárpatos en Eslovaquia experimentaba una situación muy diferente. Los alemanes apelaron a los activos movimientos independentistas eslovacos y católicos en el seno de esa población, estableciendo el estado autónomo pro-nazi de Eslovaquia conducido por el sacerdote católico Jozef Tiso. Hasta 1944, los eslovacos contribuyeron significativamente a la aniquilación de judíos, en la mayoría de los casos por fuera de los dictados de Heydrich o Berlín. El gobierno nazi de Tiso elevó el estatus de los germanos de los Cárpatos otorgánoles una importante autonomía y prerrogativas políticas. Sin embargo, la minoría de etnia germana en los Cárpatos se encontraba en gran agitación porque Eslovaquia no fue directamente incorporada al Reich, y solo gozaban de un estatus de minoría autónoma (Lumans 1982, 280). La población germana de los Cárpatos había abrigado la esperanza de que la expansión pangermanista hitleriana los 'liberaría' de la aparente hegemonía eslovaca de larga data (Lumans 1982, 271). Esto dejaba de lado por completo los siglos de prodigiosa influencia étnica germana en Bratislava y Eslovaquia sobre la mayoría eslovaca originaria. Gracias al auspicioso asentamiento laboral y a la germanización de la Eslovaquia nazi, la población germana de los Cárpatos aumentó de 134.408 a 147.501 en 1940 (Carpathian German Homepage).
Mientras que los fascistas eslovacos y los germanos de los Cárpatos gozaron sin problemas de una más o menos estrecha relación con el Tercer Reich hasta la sublevación de 1944, la población checa era sometida a una brutal truculencia bajo los dictados del jefe de la SS-Gestapo, Reinhard Heydrich. La población sudetelandesa que no había sido directamente incorporada a Alemania asumió un control étnico dominante sobre los eslavos. El débil presidente títere de los checos, Emil Hácha, ansiaba preservar la autonomía y el favor del pueblo checo siendo abiertamente servil a los alemanes, incluso entregándole al propio Heydrich la antigua corona bohemia de San Wenceslaus y un tren hospital totalmente equipado para alemanes, rumanos y húngaros que luchaban en el frente oriental (The Assassination of Reinhard Heydrich). Se cometieron algunas de las peores atrocidades de la guerra contra el pueblo checo, entre otras, el encarcelamiento y ejecución de decenas de miles de personas checas en campos de concentración y de tránsito, tales como Theresienstadt. Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Reich, lo describió de modo extravagante como 'dirigente modelo' que permanentemente 'humilla' a los eslavos para orgullo de la nación checa (Goebbels 1948, 35N). A pesar del régimen de terror, que actualmente se recuerda como uno de los más oscuros capítulos de su historia, decenas de miles de personas checas quedaron relegadas a buscar empleo en fábricas u oficinas alemanas en el ocupado territorio checo, por lo cual recibían más ventajosas pensiones, salarios y raciones alimenticias que en casos similares durante la independencia. Las numerosas personas checas conciliatorias eran alabadas superficialmente en libros inspirados por Heydrich como leales obreros eslavos, como por ejemplo Los Muchachos de Azul (Burleigh 2001, 432). La minoría germana en la ocupada Checoslovaquia gozaba de concesiones políticas desproporcionadas en comparación con la población eslava.
En 1942, Reinhard Heydrich fue asesinado por nacionalistas checos que se escondieron en la Iglesia Ortodoxa Serbia de Praga antes de evitar ser capturados por vía del suicidio. Los alemanes respondieron con represiones brutales, incluso el encarcelamiento y la ejecución de miles de personas, y la reducción a cenizas de poblados como Lidice y Ležáky. El sucesor de Heydrich, Karl Hermann Frank, tenía planeado encarcelar a 10.000 checos, como castigo, pero detuvo la acción a último momento por consideraciones de mano de obra (The Assassination of Reinhard Heydrich).
Es muy importante analizar el brutal legado de la dominación
alemana en la Checoslovaquia ocupada, porque los checos recalcan
con énfasis que era justificada la expulsión de más de 3.000.000
de personas al considerar las atrocidades cometidas por los
alemanes. Sin embargo, al ejecutar esas expulsiones, como
se ilustra más adelante, se hizo total caso omiso del alineamiento
político de la minoría de etnia germana y simplemente se puso
la mira en toda la comunidad germana para ser expulsada solo
por razón de su ascendencia étnica. Vale recordar que las
fuerzas de ocupación alemanas y los escuadrones de la muerte
operativos en Checoslovaquia estaban integrados primordialmente
por individuos de nacionalidad alemana o por voluntarios de
países ocupados y países del Eje. La población germana de
los Sudetes no fue responsable por la ocupación o las penurias
del pueblo checo. Aun cuando su reclamo de independencia condujo
a la Conferencia de Munich y a la anexión de Sudetenlandia,
fue el oportunismo y el expansionismo político de la Alemania
de Hitler lo que provocó la pérdida de soberanía de Checoslovaquia.
Es totalmente equivocada la afirmación de que, después de
la anexión de Sudetenlandia y la ocupación de Praga, la población
germana sudetelandesa se dio vuelta y desencadenó una ola
de terror y la ocupación en contra de la población checa desde
1938 hasta 1945. A la inversa, las generalizaciones étnicas
de los checoslovacos en relación la población germana como
natural perpetradora de la guerra y la ocupación echaba falsamente
la culpa a esas personas sudetelandesas, en razón de su etnia,
por los sufrimientos de la población checa.
Reinhard Heydrich y uno de los dirigentes sudetelandeses,
Karl Hermann Frank (fuente: holocaustresearchproject.org).
Cripta subterránea donde se ocultaron los asesinos de Heydrich
antes de suicidarse (copyright expelledgermans.org).
Placa en el exterior de la iglesia en recordación de los asesinos
de Heydrich (copyright expelledgermans.org).
Hueco en la cripta de la iglesia donde se ocultaron los asesinos
para esconderse de la SS. Hicieron el intento de cavar un
hueco para salvarse, pero no contaban con suficiente tiempo
y se suicidaron para evitar ser capturados (copyright expelledgermans.org)
Para mayo de 1945, el Ejército Rojo soviético había derrotado a Eslovaquia y a los checos, al mismo tiempo que al Tercer Reich. Un régimen de negación de la soberanía, de purgas, ejecuciones y censura política reemplazaba a otro, al paso que la reunificada Checoslovaquia era prestamente absorbida en la órbita comunista del Pacto de Varsovia. Al volver del exilio, el presidente Edvard Beneš encontró una nación quebrada, enfurecida de odio étnico contra la población germana, sin tener en cuenta sus convicciones políticas o sus opiniones en cuanto al nazismo o el chauvinismo nazi anti-eslavo. A muchas personas checas les caía mal la cultura, el origen étnico e incluso el sonido del idioma alemán (Wheeler). Más de 250.000 civiles habían muerto en Checoslovaquia, durante la guerra, debido a ejecuciones, encarcelamientos o en campos de tránsito como Theresienstadt y fuera del país en Polonia (Burleigh 2001, 416). Unas 300.000 personas checas y judías fueron deportadas a campos de concentración (Wheeler). En la comprensible histeria anti-alemana que siguió, el gobierno checoslovaco ponía de relieve que “la nación sobrevive solo porque confía en poder vengarse” (Glassheim 2000, 471). En una arrasadora generalización que erróneamente tachaba a todas las personas de etnia germana como inherentemente guerreristas, pro-fascistas y anti-checas, los checoslovacos lucubraron un plan para destruir por completo a la comunidad minoritaria germana de mil años de arraigo por la simple razón de su ascendencia étnica, con lo que efectivamente expurgaron a más del 28,8 por ciento de la población nacional, en el plazo de unos pocos años. El presidente Beneš exigía que “la cuestión germana en nuestra república tiene que ser liquidada”, recomendando que la población checa “espere pacientemente ... para limpiar la republica” (ibid). El gobierno checo expeditó la expulsión de la población germana, afirmando que 'la nación checa también necesita su Lebensraum [espacio vital]” que se logrará con “la salida o expulsión” de todas las personas germanas acusadas de colaboracionismo con los invasores (Glassheim 2000, 473-4). Aunque siguió insistiendo en que sería inapropiado matar o ejecutar a la población germana en masa, y que las personas antifascistas no serían afectadas, eventualmente la casi totalidad de la etnia germana fue desalojada y deportada a la Alemania ocupada por los Aliados, incluso quienes no habían mostrado simpatía alguna por los nazis y que se consideraban como ciudadanos militantes de Checoslovaquia. Este personaje alegaba que el castigo por 'traición' de que era culpable la poblacion germana sudetelandesa –la muerte-- sería más severa que la expulsión, aunque por lo menos 15.000 a 30.000 personas murieron durante las expulsiones.
Beneš, los nacionalistas y otros proponentes del programa de expulsión enmarcaron esta eliminación de la minoría 'criminal' germana y húngara en el contexto de la necesidad de expurgar el ahora liberado Estado checoslovaco de influencias extranjeras imperiales, que se remontaban incluso al aplastamiento en 1620 de la independencia checa por los Habsburgo alemanes en el Monte Blanco, durante la guerra de los Treinta Años. El presidente hizo un anuncio público: “Que nuestro lema sea: desgermanizar definitivamente a nuestra patria, cultural, económica y políticamente”. Otras publicaciones alimentaron el intenso odio interétnico, producto de siglos de tensión cultural y de la brutal ocupación alemana, tachando a la población germana en su conjunto de peligro parasitario para el Estado libre de Checoslovaquia. Periódicos como el Novo Slovo publicaron el 18 de agosto de 1945 que “el germano no tiene alma, y el idioma que mejor comprende –según [el influyente nacionalista] Jan Masaryk-- es el tableteo de una ametralladora”. Otros políticos extrovertidos, como el dirigente del Partido Nacional Socialista, decían que el propósito de todos los checos debe ser “limpiar la república, en su conjunto y completamente, de germanos ... cada uno de nosotros debe contribuir a la limpieza de nuestra patria” (Naimark 2001, 115).
En 1945, cuando empezaron las expulsiones, había 3.295.000 civiles de etnia germana en Checoslovaquia (Sudetendeutsche Landsmannschaft). En esta estadística se incluían 147.501 personas de los Cárpatos en Eslovaquia (Carpatian German Homepage). Solo unos pocos meses después de la caída del Tercer Reich, en mayo de 1945, se tomó la decisión final de expulsar a toda la población germana, menos 800.000 personas (Burleigh 2001, 799). La población germana que quedara sería utilizada de mano de obra (primordialmente voluntaria) para abastecer el proceso de reconstrucción. Decenas de miles de personas de etnia húngara también serían expulsadas por la simple razón del antiguo conflicto étnico con los eslovacos, y porque su nación había sido un estrecho aliado del Tercer Reich. Las personas exceptuadas de ser expulsadas no estaban autorizadas para irse, a fin de que quedara suficiente mano de obra en el mercado laboral de la Checoslovaquia destrozada por la guerra. Eventualmente, la mayoría de las 800.000 personas exceptuadas también fueron expulsadas o desplazadas junto con las otras cuyo número excedía de 2.000.000. Para hacer más expedita la expulsión de la minoría germana, el presidente Beneš había codificado los así llamados Decretos Beneš, parámetros legales de Checoslovaquia que permitían a los soldados y ciudadanos particulares expulsar a ciudadanos de etnia germana, confiscar toda su propiedad sin compensación, e incluso valerse de la violencia física cuando fuere necesario, sin proceso legal o penal. Estas leyes todavía existen en la actual República Checa, aunque de ninguna manera se aplican. Si bien el gobierno checo y los nacionalistas checos insisten hoy día en que las expulsiones y toda muerte subsecuente constituyeron simplemente el merecido castigo a una población en alto grado pro-nazi como retribución por la brutal truculencia de Alemania en la Checoslovaquia ocupada, no pudiendo compararse con las atrocidades nazis, dichas expulsiones checas expurgaron incluso a personas de etnia germana con convicciones de extrema izquierda y socialistas por la simple razón de su identidad cultural. El gobierno británico alentó a las autoridades checoslovacas a que hicieran caso omiso de las posiciones políticas de la población germana y la expulsaran en su totalidad, ya que hacía falta una solución drástica para mitigar lo que se percibía como belicosidad germana generalizada (Burleigh 2001, 799). Las personas antifascistas que no habían cometido traición también serían expulsadas.
Desde 1945 hasta 1950, la campaña de expulsión, bajo conducción
militar y gubernamental, redujo la población de etnia germana
en Checoslovaquia de 3.295.000 (28,8 por ciento de la población
nacional) a solamente 159.900 (1,8 por ciento) (Eberhardt
2003, 150). Esto representa una merma total del 95 por ciento
en la minoría germana de Checoslovaquia. La comunidad germana
de los Cárpatos en Eslovaquia se redujo de 147.501 a 5.200,
lo que dejó solo un 0,1 por ciento en 1950. Más de 1 millón
300 mil personas fueron despachadas a la zona de ocupación
estadounidense en Alemania en la fase inicial, y 800.000 a
la zona soviética, donde este último grupo sufrió una severa
purga y la expulsión, como fue el caso de personas gemano-volguenses
y germano-prusianas (Radio Praha #2). Más de 500.000 personas
de etnia germana fueron expulsadas solamente de la región
checa de Silesia sobre la frontera con Polonia, siendo llevadas
a punta de pistola hasta la frontera alemana en Sajonia (ibid,
148). Sudetenlandia, comunidad germana durante más de 500
años, fue completamente despoblada y repoblada por familias
checas y eslovacas. En febrero de 1945 (antes del final de
la guerra), había 868.000 checos y eslovacos en la zona de
frontera. Para diciembre del mismo año (después de la guerra)
había más de 1.731.000 eslavos, y en mayo de 1947 había 2.230.000;
en otras palabras, del 80 por ciento de población germana
antes de la guerra al 90 por ciento eslava después de las
expulsiones (ibid, 150). Unas 2 millones y medio de personas
checas se afincaron en zonas donde se desalojó a la fuerza
a las familias germanas (Radio Praha #3).
(el
artículo continúa más adelante)
(fuente: Der Spiegel)
(fuente: Radio Praha)
Personas germanas de los Sudetes eran atacadas y se les pintaba
esvásticas en sus espaldas, por ser consideradas nazis por
definición (fuente: Der Spiegel)
(fuente: http://incentraleurope.radio.cz)
(fuente: from Radio Praha)
Voluntarios y soldados checoslovacos llevaron a cabo la expulsión sacando a la gente de sus casas y transportándolas por tren y camiones a campos de concentración o llevándolas a marcha forzada hasta la frontera de la Alemania ocupada por los Aliados a punta de pistola. Gran número murió por inanición, enfermedad o falta de sanidad. A las personas germanas expulsadas se les exigía con frecuencia que llevaran una banda blanca alrededor de su brazo, muchas veces etiquetada con la letra 'n' ('Nemec', o alemán) para excluirlas como criminales subversivos (Naimark 2001, 117). Más de 7oo mil personas fueron desalojadas en el plan de expulsión inicial, y el resto de las más de 3 millones fueron desplazadas por expulsiones posteriores y partidas postergadas. La mayoría de las personas expulsadas eran dejadas inmediatamente en la frontera alemana occidental de Sajonia y Baviera, pero decenas de miles languidecieron por años en campos de concentración, como Pohorelice y Novaky, con el objeto de ser interrogadas y circuladas antes de su deportación. Por un golpe de ironía, muchas personas fueron interrogadas y recluidas en Theresienstadt, uno de los campos de tránsito más grandes usado por los nazis para el genocidio de judíos y el asesinato de miles de checos desde 1938 hasta 1945. Numerosos observadores extranjeros y narraciones de primera mano documentan casos en que la policía checa hacía la vista gorda mientras los guardias violaban fisica y sexualmente a las mujeres germanas en los campos de trabajo forzado. Muchos, y a menudo, apostrofaban a la mujeres germanas de 'putas nazis' y 'puercas'. Un relato describe como casi inenarrable el abuso sexual y físico perpetrado contra civiles germanas, diciendo que “a cualquier hora del día, nosotras las mujeres éramos violadas y se nos arrancaba el vestido del cuerpo”. Muchas no pudieron soportar el trabajo esclavo o las violaciones y se suicidaban (Naimark 2001, 119).
No cabe duda de que durante la expulsión se cometieron muchas atrocidades. Sin embargo, fuentes nacionalistas y prejuiciadas las exageran tremendamente, y los checos insisten en que sus acciones podrían haber sido aun peores, que eran más humanas que la ejecución en masa, o que no se comparan con el sufrimiento que los alemanes infligieron al pueblo checo. Si bien cada uno de estos argumentos tiene algo de verdad, lo cierto es que el gobierno checoslovaco, por razones étnicas, procuró directamente la destrucción completa de toda una comunidad con heterogéneas convicciones políticas, lo que motivó la movilización forzada de refugiados más grande del siglo 20. Investigaciones recientes de historiadores checos acerca de este tema controversial ha revelado que las expulsiones checas desalojaron gran cantidad de familias antifascistas, antinazis e incluso pro-checas. Cuando Hitller anexó a Sudetenlandia en 1938, el gobierno alemán encarceló, ejecutó o expulsó a miles de ciudadanos y políticos liberales y reaccionarios. Muchas de las familias antifascistas remanentes, incluyendo las que regresaron a sus pagos después de la caída de Hitler, también fueron expulsadas por los checoeslovacos. Un cierto número de milicianos germano-sudetenses antifascistas, tales como los Guardianes de la República [Checa], exaltaban con orgullo su pertenencia a la nación checoslovaca con el propósito ulterior de obtener autonomía. Si bien el gobierno reconoció a las más renombradas personalidades de la resistencia antifascista que no fueron expulsadas, al reducido número de anti-nazis de los Sudetes que no fueron expulsadas, se les concedió derechos civiles solo parciales y se les dipensó un trato de ciudadanos de segunda clase, por representar un peligro potencial. No se les permitía trabajar en entidades del gobierno o la administración pública, escribir en periódicos u organizar asociaciones. No podían valerse del servicio público de transporte, porque se los consideraba un peligro universal por su identidad étnica. Se les negó pensiones de jubilación y en muchos casos sus ahorros fueron requisados por el Estado (aktualne.cz). El plan era entregar solamente menos de 200.000 'certificados de anti-fascista' para casos excepcionales, pero en la mayoría de los casos muchos de los germano-sudetenses reconocidamente antifascistas fueron expulsados eventualmente junto con el resto de los 3.000.000. Se les permitió llevar consigo hasta 120 kg de sus bienes, en vez de los 50 kg (como máximo) autorizados a las otras personas expulsadas; el resto de su propiedad, producto del patrimonio familiar de siglos, se transfirió al gobierno (ibid).
Aun cuando la mayoría de los más de 3 millones de civiles de etnia germana expulsados sobrevivieron, hubo numerosos casos de muerte y flagrante violencia étnica, que posteriormente fueron muy criticadas como exceso por el gobierno checoslovaco. Aunque muchos comandantes y oficiales checoslovacos aplicaron tácticas de masacre, no hubo acción directa intencional del gobierno checoslovaco de matar a la población germana expulsada. Sin embargo, muchas estimaciones liberales, incluidas las del gobierno de Alemania Occidental, citan hasta 250.000 muertes de germano-sudetenses debido a inanición, purgas étnicas, agotamiento y marchas forzadas y enfermedades (SBD 1958). Otros especialistas incluso suben la cifra hasta 270.000 muertes (Sudetendeutsche Landsmannschaft). Es casi seguro que esta cifra es incorrecta. Los checos aducen un número mucho menor. Las estimaciones exorbitantes son producto de serios prejuicios, de la falta de una investigación precisa, o en muchos casos incluyen también a quienes murieron por causas naturales. Muchas personas muertas eran checas bilingües que hablaban alemán y no eran germano-sudetenses por etnia. Recientes investigaciones académicas conjuntas checo-alemanas han determinado un rango de por lo menos 15 a 30 mil muertes confirmadas de civiles de etnia germana como resultado directo de la expulsión checa: extenuación, inanición, violencia física en campos de internación, sin incluir a quienes murieron por causas naturales, como afecciones o enfermedades. Por lo menos 6.000 personas fueron fusiladas, ejecutadas o muertas a golpes (Overmans 1994, 2) (Glassheim 2000, 463). Esta cifra de 15 a 30 mil probablemente sea rechazada por la mayoría de eruditos alemanes y grupos de interés de personas desplazadas, mientras que sus contrapartes checas restan importancia a la plena dimensión de las atrocidades. Es muy probable que nunca se sepa a ciencia cierta el número de muertes de personas desplazadas, ya que ambas facciones están igualmente cargadas de exageraciones y prejuicios histórico-culturales.
Si bien hay en la actualidad amplio consenso en que el gobierno de Beneš castigó varias 'limpiezas' o matanzas por parte de soldados o civiles checoslovacos (aun cuando los Decretos Beneš declaraban casi no punibles las expulsiones particulares e incluso la violencia), el intenso odio interétnico producto de siglos de antipatía cultural, amén de la brutalidad de la ocupación nazi, no fue posible frenar la violencia ejercida por civiles y soldados contra la población germana. Incluso observadores soviéticos informaron al Comité Central en Moscú que los checos “no los matan, pero los atormentan como a animales. Los checos los miran como ganado” (Murashko and Noskova 1995, 235-7). Oficiales militares checoslovacos organizaron matanzas masivas de civiles germanos. Vojtěch Černý, Karol Ctibor Pazura, y Bedřich Pokorný ordenaron a soldados y milicianos a obligar a personas de la etnia germana a marchas forzadas de muerte, e incluso a cavar sus propias fosas comunes antes de ser fusiladas por escuadrones sin que haya habido resistencia alguna (Radio Praha #2). Germanos sudetenses de no más que 12 a 15 años a quienes se acusaba de haber escapado de campos de concentración, eran ahorcados o fusilados. Más de 750 civiles fueron ejecutados en Postoloprty, después de preparar sus propias fosas (Radio Praha #1). Muchos civiles y soldados atacaban y mataban a personas germanas al azar, en algunos casos incluso colgándolas de sus talones en árboles y rociándolos de gasolina antes de quemarlos vivos (AHI). Una de las atrocidades más espantosas de la expulsión fue la denominada Marcha Brno (llamada por los germanos 'la marcha Brünn de la muerte'). La numerosa minoría germana en derredor de la capital morava de Brno fue sacada de sus hogares, con solo una hora de preaviso para preparar lo que pudieran llevar consigo, antes de ser escoltada en marcha forzada de más de 50km hasta la frontera con Austria. Más de 20.000 familias de civiles fueron obligadas por soldados a marchar sin casi agua, comida o medicina. Muchas personas fueron dejadas atrás para defecar u orinar mientras caminaban porque no se les permitía abandonar la fila. Las personas que disentían eran disciplinadas a culatazos e incluso a latigazos. Según informes, cuerpos de personas muertas yacían a la vera del camino (BBC Jolyon). Más de 800 personas murieron de inanición, extenuación o deshidratación (Beneš 2002, 209). Otros investigadores citan 1.700 muertes en campos de prisioneros checos y en Brno (Glassheim 2000, 470). Muchos nacionalistas alemanes exageran las muertes y aducen hasta 20.000, pero esto carece de pruebas hasta el momento. Muchas personas de parte checa alegan en respuesta a la 'marcha de la muerte' que murieron mayormente personas ancianas y enfermas, y que las muertes se produjeron debido a la falta de comida que afectó de igual manera a los propios checos. Otra atrocidad ocurrida durante las expulsiones fue la llamada Masacre de Usti, ocurrida en agosto de 1945, ocasión en que civiles germano-sudetenses fueron obligados a colocarse un brazalete blanco y a marchar hasta el puente del río Elba. Los soldados alineaban a varias familias contra el borde y las empujaban por encima después de que todas fueran fusiladas, incluyendo –según algunas fuentes-- a un infante. Hubo otros casos de violencia anti-étnica contra civiles germano-sudetenses en todo el país. Otras fuentes de primera mano dan cuenta de personas de etnia germana desarmadas que eran fusiladas en grupos de 30 o 40 por vez para luego ser enterradas en fosas comunes, como quedó corroborado por la respetable BBC (Wheeler).
La población germano-cárpata de la región eslovaca de Checoslovaquia sufrió de igual manera, disminuyendo de 147.501 almas a solo 5.200. La expulsión de personas germanas en Eslovaquia fue comparativamente más moderada. Con todo, los eslovacos recalcaban el hecho de que más de 5.400 germano-cárpatos habían ingresado en la SS, un número inusualmente alto para una población civil pequeña, lo cual justificaba las expulsiones. Al mismo tiempo, los eslovacos tienden a desestimar el amplio apoyo eslovaco al fascismo de extrema derecha y al Tercer Reich antes de 1944. Irónicamente, Heinrich Himmler tenía la esperanza de evacuar y desplazar a toda la población germano-cárpata para evadir a los soviéticos en 1945, pero ya era muy tarde y fue Checoslovaquia la que completó la expulsión (Lumans 1982, 290). Al menos 40.000 personas de etnia germana en Eslovaquia fueron expulsados al Este para sumarse al trabajo forzado, y según algunas estimaciones 13.000 de estos murieron en tránsito, sin que el gobierno checo en la actualidad tenga registro del hecho por haber muerto esas personas bajo la autoridad soviética (Zentrum gegen Vertreibung). Personas eslovacas se afincaron con checas en zonas anteriormente de población germana, ahora despobladas. Hubo 60.257 que se mudaron a Bohemia. Por lo menos 40.000 húngaros fueron expulsados de Eslovaquia a Hungría, afectados por los decretos de Beneš, junto con la minoría germana, como ciudadanos de segunda clase por el estereotipo generalizado en relación con su etnia (Migration Citizenship Education). En algunos casos, la población germana de los Cárpatos fue víctima de soldados checoslovacos desalmados. Karol Ctibor Pazura dio orden de ejecutar a cerca de 300 prisioneros germanos desarmados que cavaron sus propias fosas, de los cuales la víctima de menor edad tenía siete meses (Carpathian German Homepage). La mayoría de los germanos de los Cárpatos que huyeron a Alemania, fueron capturados por el Ejército Rojo, o fueron expulsados junto con los germanos de los Sudetes por el gobierno checoslovaco.
Los casos de suicidios, como consecuencia del programa checoslovaco de expulsión, eran tan comunes que muchos observadores del Ejército Rojo informaban del descubrimiento diario de familias enteras, vestidas con su mejor atuendo dominguero, que se habían suicidado en grupo. El general Sirov, que colaboró con la ejecución del plan de expulsiones, escribió en su informe para el jefe de la NKVD, Laurenti Beria, que unos 5.000 civiles germanos, mayormente ancianos y niños, “con su futuro arruinado y sin esperanzas de algo mejor ... ponían fin a sus vidas mediante el suicidio, cortándose las venas de la muñeca", habiéndose encontrado así a 71 personas germanas tan solo el 8 de junio (Naimark 2001, 117). Fuentes checas informan de unos 5.558 suicidios de personas de etnia germana tan solo en 1946 (Kucera 1992, 24).
Hacia el final de la campaña de expulsiones, la comunidad germana de los Sudetes terminó destruida. Como expresó positivamente el popular nacionalista Jan Masaryk, hijo del gran presidente fundador de Checoslovaquia Tomáš Masaryk, la nación por fin “acabó con los germanos de Checoslovaquia .... No hay manera de lograr que vivamos de nuevo bajo la misma sombrilla” (Naimark 2001, 122). De las 3.149.800 personas de Checoslovaquia (28,8 por ciento, solo quedaron 159.938 (1,8 por ciento). Por lo menos 700 mil habían sido expulsadas a la fuerza en la primera fase inicial del desalojo a marcha forzada, y el resto huyó o fue expulsado posteriormente hacia 1950. La comunidad germana de los Cárpatos casi desapareció, bajando de 135.408 (7 por ciento) de integrantes a 5.200 (0,1 por ciento). Por simple asociación estereotípica con un dictador que infligió un flagrante sufrimiento al pueblo checo, se hizo víctima de expulsión a todo un grupo étnico, produciendo así una de las más grandes comunidades de refugiados en el siglo 20, y que incluyó a la mayor parte de las personas antifascistas. Hoy día, hay aproximadamente 39.106 personas de etnia germana y 14.672 húngaras en la independiente República Checa (0,4 por ciento), y 5.405 germanos del Cárpato en Eslovaquia (Eberhardt 2003, 150-155) (Štatistický úrad SRN). Una buena cantidad de los restantes germanos que quedaban, se fueron de la Checoslovaquia comunista a la más rica Alemania Occidental desde 1950 a 1990, por razones económicas y políticas.
Hoy día, el tema de la expulsión de húngaros y germanos de Checoslovaquia sigue constituyendo un conflicto político y cultural muy tenso en Alemania, Austria y las separadas repúblicas Checa y Eslovaca. Esta última, que expulsó una población muy inferior a los 3 millones que fueron desalojados por los checos, ha podido culpar al régimen checo o al Ejército Rojo. La República Eslovaca se ha disculpado formalmente por las expulsiones, aunque se ha negado a ofrecer cualquier restitución o compensación financiera. Hay numerosos grupos y publicaciones noticiosas representativos que han sido reconocidos por funcionarios gubernamentales y alcaldicios, como son el Comité de Apoyo de los Eslovacos Germanos Luteranos Evangélicos, la Federación de Apoyo de Católicos Germanos Cárpatos, la Asociación Germana Cárpata, y el periódico de noticias Karpatenblatt, Sin embargo, la minoría húngara alega que sufre permanentemente una discriminación intensa como parte de una tensión étnica de mil años. Se ha dado poco lugar a conmemorar su experiencia a causa de la expulsión eslovaca. Por lo menos oficialmente, el uso del idioma húngaro y todos los idiomas de las otras minorías están penalizados en círculos gubernamentales y políticos, punible con una multa de hasta 5.000 euros (Economist). Nacionalistas húngaros, como el poderoso Partido Jobbik de extrema derecha en Hungría, acusan airadamente al gobierno eslovaco de degradar a la odiada minoría húngara a la condición de segunda clase. Incluso el primer ministro húngaro, Viktor Orban, describió la expulsión de civiles húngaros como "un suceso vergonzoso del siglo 20, momento en que las personas húngaras se encontraron del lado del dolor y la derrota". El gobierno eslovaco insiste en que están tratando de agilizar la administración y asimilar a la población húngara. Con todo, se puede argumentar que su historia de la expulsión por los checoslovacos se rememora menos que la germana.
Existen a nivel internacional y local grupos de interés en
cuanto a los desplazamientos, grupos que surgen en comunidades
de la diáspora, particularmente en Alemania, Canadá y Estados
Unidos. Estas organizaciones ponen activamente en el tapete
la historia de las expulsiones en sus frecuentes asambleas
y encuentros culturales en universidades, en el ámbito de
la educación superior, clubes locales y en publicaciones noticiosas.
En febrero de 2010, cientos de eruditos, sobrevivientes, investigadores,
representantes de derechos humanos e incluso personalidades
diplomáticas y de las Naciones Unidas se reunieron para la
primera asamblea internacional de conmemoración del desalojo
de poblaciones germanas en el Community College de Meramec
en St. Louis, Misuri. Bajo el lema 'El Genocidio Olvidado',
la conferencia de dos días ofreció una gran galería de arte,
entrevistas de prensa, debates de mesa redonda, recuerdos
de sobrevivientes, y decenas de oradores de diversos campos
y motivaciones. Varios oradores y sobrevivientes, en especial
Rudolf Püschel, reflexionaron sobre la expulsión de la minoría
germana de Checoslovaquia y analizaron la falta de conmemoración
actual (véase el discurso más adelante). El Instituto para
la Investigación del Desplazamiento Forzoso de Poblaciones
Germanas también estuvo representado, estando a cargo de una
disertación sobre la destruida Comunidad Germana
del Volga. Este acontecimiento singular llamó la atención
de periódicos y foros en Polonia y Alemania, con comentarios
tanto críticos como positivos.
El tema de restituciones, conmemoración y resarcimiento para poblaciones germanas expulsadas en la República Checa sigue siendo mucho ruido y poca efectividad. Muchos ciudadanos y políticos alemanes exigieron que el ingreso checo en la Unión Europea estuviera precedido por la admisión checa de su culpa por las expulsiones como una violación flagrante de los derechos humanos. Otras personas alegan que el gobierno checo debe abolir los Decretos Beneš que adjudicaban inmunidad a los ciudadanos checos que expulsaran a personas germanas y confiscaran sus propiedades sin compensación alguna. Edmund Stoiber, ministro-presidente de Baviera, ha alegado que los Decretos (todavía legalmente vigentes, aunque no se aplican para nada) son “incompatibles con la ley, el espíritu y la cultura de Europa” (Deutsche Welle). En Nuremberg se realizan marchas anuales de germanos sudetenses que incluso han provocado alguna crisis política internacional, en especial cuando el ministro de finanzas de Alemania condenó públicamente en 1996 al gobierno checo por ocultar evidencia de matanzas y expulsiones étnicas reminiscentes de las masacres yugoslavas de bosnios en Srebrenica. El tema es motorizado en gran parte por simpatías culturales y étnicas nacionalistas. El extinto nacionalista austriaco de extrema derecha, Jörg Haider, exigió que se repuran los Decretos Beneš como ejemplo de las atrocidades checas contra la etnia germana. Por su parte, nacionalistas checos responden con denuncias de similar fervor. Otra contumacia ha nacido entre el gobierno checo y organizaciones de derechos humanos. Destacados defensores de los derechos humanos, como Alfredo de Zayas y Felix Elmacora, han argumentado que, independientemente de que hayan muerto 'solo' 20.000 durante las expulsiones checas (como alegan los checos) o 250.000 (como alegan los alemanes), el propósito intencional del gobierno checoslovaco de destruir a una comunidad por razones étnicas constituye genocidio (Ryback 1996, 164). Historiadores checos han estado respaldando recientemente la penuria de la eliminada minoría germana, entre quienes se encuentra incluso el grupo de eruditos Antikomplex. Hay también grupos de interés de desplazados germano-sudetenses que reciben subsidios y respaldo en Austria, Hessen, Sajonia y Baviera, incluyendo a la Associación Germana Sudetense.
El gobierno checo ha hecho sistemáticamente caso omiso del legado de la expulsión, haciendo hincapié en el hecho de que conmemorar la experiencia de los desplazados solo sería perjudicial para las propicias relaciones diplomáticas y culturales checo-germanas de la actualidad. El canciller alemán Gerhard Schröder y el ministro del exterior Joschka Fischer han dicho que el tema de las expulsiones es el principal obstáculo en las relaciones checo-germanas (Kroeger). Los checos alegan –comprensiblemente-- que la economía checa sería diezmada si se obligara a compensar a toda la población desalojada, y también señalan que los alemanes han dado muy poco en compensación por las atrocidades nazis contra el pueblo checo. Los checos se han negado a revocar los Decretos Beneš, alegando que no se aplican de ninguna manera y que si revocara dichos decretos las cortes checas quedarían expuestas a demandas de resarcimiento que llevarían a la bancarrota. Solo en unos pocas casos se han reconocido peticiones de restitución, como son los excepcionales casos de Rudolph Deithaler y la familia Walderobe, que recibieron en 2008 una pequeña superficie de tierra confiscada, después de más de 40 años de controversiales litigios. En 2009, cuando la República Checa empezó a cuestionar la reformada constitución de la Unión Europa, durante la presidencia del euro-escéptico Vaclav Klaus, el gobierno checo ha expresado abiertamente su gran preocupación por el futuro de la cuestión de resarcimiento a las desalojadas comunidades germana y húngara. Klaus expresó su preocupación de que la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea podría constituirse en la posible base para un torrente de litigios contra el Estado checo por parte de familias germanas expulsadas, lo que tendría consecuencias diplomáticas y fiscales paralizantes. Su argumento consistía en que la carta europea debiera incluir una excepción para los Decretos Beneš checos, los cuales daban mandato legal de confiscar propiedad germana y orquestaron el desalojo de esa etnia (Zachovalova, Time). El ex presidente Vaclav Havel alegaba que la posición recalcitrante de Klaus era 'peligrosa' para las relaciones de la nación checa con la Unión Europea. Una encuesta a posteriori demostró que más del 16 por ciento de la población checa respalda la posición de Klaus en cuanto a la excepción con respecto a la población germana expulsada, con casi dos tercios de la población checa definida como 'recelosa' del reasentamiento germano y la reapertura de viejas heridas interculturales (Ibid.).
En última instancia no se puede negar que los nazis cometieron horrendas atrocidades contra el pueblo checo. Sin embargo, no fueron los colonos y obreros de los Sudetes y los Cárpatos quienes sentenciaron a decenas de miles a muerte en las prisiones de Heydrich o en los campos de concentración de Theresienstadt y Auschwitz. Aun cuando los germanos de los Sudetes mostraron un respaldo apabullante a Hitler y a la incorporación en Alemania en 1938 y finalmente coadyuvaron a la crisis política que destruyó la independencia de Checoslovaquia, los germano-sudetenses habían adoptado muchas diferentes posiciones políticas para 1945. Fascismo, comunismo, reconciliación pro-checa, y socialismo, toda este espectro ocupaba su espacio cuando los germano-sudetenses tuvieron que adaptarse a la inminente caída del Tercer Reich y el restablecimiento de la soberanía checoslovaca sobre la minoría germana. No obstante las eclécticas posiciones políticas y diferentes grados de culpa de los germano-sudetenses, los checoslovacos finalmente destruyeron a toda una comunidad étnica de más de 3 millones de personas –nazis, racistas, antifascistas y socialistas-- por la simple razón de su identidad étnica, expulsando a la diáspora a familias que habían sido parte integral de la región durante siglos, lo que se constituyó en la comunidad de refugiados más grande del siglo.
AHI, "Vertreibungsbericht von Frau Erna Pätzold," November 1945.
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1910- hacia el final del Imperio Habsburgo, la población total de la mitad germana del Imperio Habsburgo (incluyendo a Bohemia/Checa) era de 28.000.000 de habitantes, con el 23 por ciento de población checa y 35,6 por ciento germana, incluyendo a Austria. En la parte eslovaca húngara, había aproximadamente 200.000 personas germano-cárpatas (~6.7 por ciento).
1918-1930- aproximadamente 3.149.800 de población de etnia germana en toda la Checoslovaquia independiente (28,8 por ciento de la población)
1938- La población es de 129.000 personas germano-cárpatas en la dividida Eslovaquia nazi. Sube a 135.408 en 1940 debido a la radicación de mano de obra.
1945- antes de las expulsiones, había una población de 3.295.000 personas germanas de los Sudetes y los Cárpatos en toda la reunificada Checoslovaquia (según el SBD 1958, 3.274.000 en total de población germana, incluyendo a los trabajadores temporales expulsados.)
1950- después de las expulsiones, solo quedaron 159.938 en toda Checoslovaquia (del 28,8 por ciernto bajó al 1,8 por ciento. Solo 5.200 personas germano-cárpatas en la región eslovaca (de alrededor de 7 por ciento a solo 0,1 por ciento).
1991- Había 48.600 personas de etnia germana en toda Checoslovaquia (0,5 por ciento). Hubo una numerosa emigración pacífica desde 1950 hasta 2000 por razones económias.
2001-
La población tiene 39.106 personas de etnia germana y 14.672
de ascendencia húngara en la independiente República Checa
de la actualidad (0,4 por ciento), y 5.405 de ascendencia
germano-cárpata en Eslovaquia (0,1 por ciento).
Fuentes- [1], [2], [3], [4], Kant 605-6, Štatistický úrad
SRN, SBD 1958, y Eberhardt 150-155.
Fuentes- [1], [2], [3], [4], Kant 605-6, Štatistický úrad SRN, SBD 1958, y Eberhardt 150-155.
Johann Boehm (1895-52)- químico
Rudolf Dellinger (1857-1910)- compositor en Austria
Herbert Feigl (1902-88)- Filósofo austriaco
Oskar Schindler (1908-74)- controvertido empresario germano-sudetense, acusado de explotación laboral esclava de judíos y polacos, pero que, al final, rescató al menos a 1000 personas judías que escaparon a Israel y Estados Unidos. Sus actos se representan en la cinta 'La lista de Schindler'.
Reinhold Elstner (1920-1995)- ex soldado que se prendió fuego en Alemania como protesta por lo que consideraba una traición de los 15 millones de desplazados por part del gobierno alemán.
Eduard Shön (1825-79)- compositor en Austria
Martin Glaessner (1906-89)- geólogo y palenteólogo
Rudolf Püschel- escritor, historiados y sobreviviente expulsado de Checoslovaquia, residente actualmente de California.
Gustav Karl Laube (1839-23)- geólogo y palenteólogo
Kurt Knispel (1921-45)- sargento nazi que destruyó más tanques que casi cualquier otra persona druante la guerra.
Peter Glotz (1939-2005)- Político alemán, uno de los dirigentes de la Federación de Desplazados para Germanos de los Sudetes.
Peter Grünberg (1939-..)- Físico, galardonado con el premio Nobel de física.
Konrad Henlein (1889-1945)- prestante nacionalista nazi germano de Sudetenlandia, que fomentó el conflicto interétnico y respaldó la anexión alemana de esa región. Más tarde fue político en el Reichstag y autoridad del Protectorado de Bohemia-Moravia.
Rudolf Jung (1882-45)- uno de los germanos sudetenlandeses antisemitas y pro-nazis más rabiosos.
Robert Mayer-Harting (1874-48)- político sudetenlandés que actuaba en el marco de la política checoslovaca antes de la anexión de Sudetenlandia
Gregor Mendel (1822-84)- quíico, científico y genetista
Augustin Schramm (1907-48)- Dirigente comunista germano sudetelandés y partisano que eludió la toma nazi y respaldó a los comunistas en la Checoslovaquia de la postguerra, antes de ser ejecutado por razones controversiales.
Josef Pfitzner (1901-45)- historiador e historiador nazi germano sudetenlandés en Austria antes y después del 'Anschluß'.
Fritz Wittmann (1933-..)- Político alemán y uno de los dirigentes de la Federación de Desplazados para Germanos de los Sudetes.
Ferdinand Porsche (1875-1951)- una de las figuras más destacadas de la historia e industria automovilística, director de la compañía Porsche, y personaje controvertido que cooperó estrechamente con la Alemania nazi.
Publicaciones en la red informática y organizaciones recomendadas
Archivo documental checo – Instituto para el Estudio de Regímenes Totalitarios – accionar puntero aquí.
Archivo documental eslovaco – Instituto para la Memoria Nacional – accionar puntero aquí.
Landeszeitung der Deutschen in Böhmen, Mähren, und Schlesien – periódico de la minoría en la República Checa. Accionar puntero aquí.
Sudetendeutsche Landsmannschaft (Comunidad Germano-Sudetense en Alemania) – accionar puntero aquí.
Antikomplex – organización checa que promueve conciencia de los germanos sudetenses. Accionar puntero aquí.
Sudetendeutsches Büro Prag (Oficina Germana Sudetense de Praga) – accionar puntero aquí.
Sudetendeutsche Jugend (Juventud Germana Sudetense) – accionar puntero aquí.
Museo de Cultura Germana Cárpata (en eslovaco y alemán) – accionar puntero aquí.
Deutscher Böhmerwaldbund – accionar puntero aquí.
Karpatendeutsche.de (Asociación Germana Cárpata) – accionar puntero aquí.
Karrpatenblatt (periódico germano cárpato de Eslovaquia)- accionar puntero aquí.
Sudetendeutsche Landsmannschaft in Bayern (Comunidad Germana Sudetense de Bavaria) – accionar puntero aquí.
Sudetendeutsche Landsmannschaft in Österreich (Comunidad Germana Sudetense de Austria) – accionar puntero aquí.